domingo, 26 de junio de 2011

Más banderas que en la ONU

España es una amalgama de nacionalidades. Eso es un hecho. Es más, tenemos 20 banderas para demostrarlo. Cada región tiene la suya y ocurre que sacar a pasear la bandera de tu región es un acto socialmente aceptado en cualquier momento. Sin embargo, la bandera constitucional de España está proscrita. Sacarla en un contexto diferente a la celebración meramente deportiva implica que eres una persona de tendencia conservadora (si no ultraconservadora) de derechas, casi fascista... o sin casi.

Además, si eres uno de esos deportistas que celebran la victoria, es casi obligatorio llevar la bandera de tu comunidad autónoma en plan capa de superhéroe o como una faldita anudada a la cintura. ¿la bandera del Estado que nos representa a todos? Ésa no puede sacarse. Es mucho mejor dejar claro que yo soy de aquí y tú eres de otro sitio. Preferimos rechazar ser españoles para ser andaluces, gallegos, catalanes...

A eso hay que añadir que no entiendo qué puede esgrimirse para pensar así. La mayoría de las comunidades autónomas comparten niveles similares de democracia con el Estado y similares niveles de libertad. Bueno, sí lo entiendo. Hay quien prefiere buscar lo que nos diferencia a aquéllo que tenemos en común. Sólo hay algo que se me escapa: ¿Cómo alguna de esa gente que rechaza tener cuentas con el resto de los españoles, va a encauzar una contrucción europea con muchísima más gente con la que comparte muchísimas menos cosas?

lunes, 20 de junio de 2011

De elecciones y pactos

Llama la atención cómo, tras cada proceso electoral los partidos políticos pugnan por conseguir el favor de los otros, bien en forma de apoyo directo a su candidato, bien en forma de abstención cómplice.

¿Qué decir? Es el sistema político que "noshemosdadoentretodos", las manidas "reglasdeljuego": el personal deposita una papeleta votando a un grupo diverso de personas a las que es posible que no haya visto ni oido nunca. Luego, tras un recuento y una asignación de representantes muy complicado (en base a la ley d'Hont) que favorece a las mayorías evitando una proporcionalidad lógica, se eligen a los concejales, parlamentarios autonómicos o diputados nacionales. Son éstos los que eligen a sus respectivos presidentes, en teoría, en nuestro nombre.

En este punto, los partidos que han conseguido más votos claman por su legitimidad (otra palabra manida hasta la extenuación), y los que han conseguido menos votos invocan similitudes ideológicas para hacerse valer por encima de otros.
Lo que me parece intragable de todo esto es que aquéllos que han conseguido muy poco apoyo del electorado consigan cargos de máxima responsabilidad sólo porque apoyan a uno de los que pueden tener posibilidades de gobernar. Un caso: PP, 9 concejales; PSOE, 9 concejales. IU, 3 concejales. IU apoya al PSOE y consigue entrar en mil comisiones, la primera tenencia de alcaldía y la concejalía de urbanismo (cómo no).
No me parece justo ni democrático que los menos votados manden más que otros que han obtenido más apoyo del pueblo.

Y sí, el sistema es mejorable, pero eso es otra historia.

lunes, 13 de junio de 2011

El Asedio, de Arturo Pérez Reverte

Acabo de terminar de leer "El Asedio", novela publicada por Alfaguara que, según su autor, Arturo Pérez-Reverte, no pretende ser histórica.

Cádiz, la ciudad y su entorno, es el escenario (o el tablero); las bombas napoleónicas y las coplillas se encargan de poner banda sonora; y un representante de cada estrato social de la ciudad de la época hacen de actores, cada cuál a lo suyo pero entrelazados en una madeja, no siempre invisible, que se dirigen a un destino no siempre incierto ni sorprendente.

Una mujer soltera, sin compromiso y al frente de una de las más importantes casas comerciales de Cádiz; un capitán de artillería francés que vive en su mundo de cálculos, parábolas, vientos y pólvora; un policía de la vieja escuela obsesionado con un sexto sentido sin sentido; un capitán de barco corsario previsiblemente humano tras su fachada de rudeza marinera; un trabajador de las salinas, muy humilde, y enrolado en la guerrilla. Todos ellos viven vidas independientes, aunque se van relacionando, de una forma u otra, a lo largo de la trama, entretejiendo junto a sus acólitos una red que empequeñece una ciudad que pretende ser multitudinaria y bulliciosa.

Pasión atada, intereses, medias palabras, sobreentendidos y, por encima de todo, un asesino cruel y despiadado han conseguido que termine el libro, aunque reconozco que, sólo a "Moby Dick", y ahora a este "El Asedio" les he permitido el honor de aburrirme a ratos. Si no hubiese sido por las horas de viaje que últimamente tengo que rellenar, "El Asedio" hubiese vuelto a la estantería inacabado, como ya lo han hecho otros, hace bastante tiempo. Quizás así me hubiese ahorrado un final abrupto que más parece un corte que un desenlace.