lunes, 13 de junio de 2011

El Asedio, de Arturo Pérez Reverte

Acabo de terminar de leer "El Asedio", novela publicada por Alfaguara que, según su autor, Arturo Pérez-Reverte, no pretende ser histórica.

Cádiz, la ciudad y su entorno, es el escenario (o el tablero); las bombas napoleónicas y las coplillas se encargan de poner banda sonora; y un representante de cada estrato social de la ciudad de la época hacen de actores, cada cuál a lo suyo pero entrelazados en una madeja, no siempre invisible, que se dirigen a un destino no siempre incierto ni sorprendente.

Una mujer soltera, sin compromiso y al frente de una de las más importantes casas comerciales de Cádiz; un capitán de artillería francés que vive en su mundo de cálculos, parábolas, vientos y pólvora; un policía de la vieja escuela obsesionado con un sexto sentido sin sentido; un capitán de barco corsario previsiblemente humano tras su fachada de rudeza marinera; un trabajador de las salinas, muy humilde, y enrolado en la guerrilla. Todos ellos viven vidas independientes, aunque se van relacionando, de una forma u otra, a lo largo de la trama, entretejiendo junto a sus acólitos una red que empequeñece una ciudad que pretende ser multitudinaria y bulliciosa.

Pasión atada, intereses, medias palabras, sobreentendidos y, por encima de todo, un asesino cruel y despiadado han conseguido que termine el libro, aunque reconozco que, sólo a "Moby Dick", y ahora a este "El Asedio" les he permitido el honor de aburrirme a ratos. Si no hubiese sido por las horas de viaje que últimamente tengo que rellenar, "El Asedio" hubiese vuelto a la estantería inacabado, como ya lo han hecho otros, hace bastante tiempo. Quizás así me hubiese ahorrado un final abrupto que más parece un corte que un desenlace.