lunes, 4 de julio de 2011

Churras con merinas: el tongo de 2016

Ya hace algunos días que nos dijeron que San Sebastián iba a ser la ciudad elegida para, en cierto modo, liderar la cultura europea en 2016 junto a la polaca Wroclaw.

De sobra, la prensa nos ha puesto ya al corriente de lo mal que ha sentado la decisión en las otras ciudades candidatas debido a la declaración del presidente del jurado, el señor Manfred Gaulhofer en la que apostaba por que la cultura ayudase a llevar la paz a San Sebastián.

La verdad es que falta les hace. No hace muchos años de que los "chicos de la gasolina" campaban a sus anchas por la flamante ciudad de la cultura con sus cócteles molotov, incendiando mobiliario público en una delirante reclamación de unos derechos que, personalmente, no entiendo.

O sea que, en ese caso, no ha sido el esfuerzo cultural el que ha permitido a la ciudad vasca hacerse con la titularidad de la cultura, sino el esfuerzo chantagista y violento de algunos de sus ciudadanos a los que ahora se pretende reeducar mediante una inyección económica para actos culturales, con lo que se está de alguna forma premiando la violencia de unos pocos que, según parece, fue permitida por la gran mayoría.

Imaginemos esta situación: unos padres con dos hijos. Uno de estos hijos es un travieso que no para de portarse mal, hacer la vida imposible a sus progenitores y pegar constantemente al hijo del vecino. El otro, es un angelito. ¿Qué pensarías si los padres compraran una golosina al primero para que se portara bien, dejando al segundo sin nada, porque ya se porta bien? A mí me parecerían muy malos padres, injustos y cobardes. Y el mensaje al segundo hijo sería clara: pórtate mal y tendrás tu golosina.

¿Será ese el problema? Que ni andaluces, ni castellanoleoneses, ni aragoneses ni canarios hemos sido nunca violentos... que ninguna de las otras ciudades ha contado entre sus habitantes con miembros, simpatizantes o encubridores de grupos terroristas que se manchan las manos con la sangre de más de mil muertos. ¿Cuántos en San Sebastián y todo el País Vasco no han sido miembros, simpatizantes o encubridores de terroristas? Seguramente la lista se reduciría a los que van con escolta, han emigrado o ya están muertos con un tiro en la nuca. Me cuesta pensar que un movimiento como ETA dure más de treinta años, en un territorio tan pequeño, sin tener el apoyo, por obra u omisión, de la mayoría de la sociedad en la que se desenvuelven.